En mi último blog, demostré que la Biblia no es un mito o una historia inventada, como afirman algunas personas. Algunos todavía afirman que en realidad las historias de Jesús no son ciertas. Sin embargo, cualquiera que haga esta afirmación tan radical debe ser capaz de probarla utilizando suficientes pruebas para anular la gran cantidad de evidencia a favor de la Biblia.

Ahora, por lo general, se acusa a los Apóstoles de inventar la historia, ya sea porque realmente querían que Jesús fuera divino, o porque deseaban engañar a otros con esta historia. Para cualquier persona medianamente familiarizada con las creencias judías, la primera objeción no tiene absolutamente ningún peso. Ningún judío en la historia pensaría que un ser humano sería divino o resucitaría de entre los muertos, por lo que los Apóstoles nunca habrían inventado una historia tan absurda al respecto, y mucho menos intentarían convencer a otros de su realidad.

Puede que a algunas personas no les agrade el presidente Barak Obama e incluso hablen mal de él. Sin embargo, nadie buscaría escribir un relato autorizado de su vida, afirmando que era una mujer. Ni siquiera sus seguidores más fervientes pudieron convencer a la gente de que en realidad era un superhéroe con poderes de vuelo e invisibilidad. Esto sería ridículo. Sería lo mismo para los Apóstoles si realmente intentaran crear una historia inventando a un Jesús divino que resucitó de entre los muertos (ya sea por accidente o porque “querían que sucediera”). Ningún judío ni siquiera concebiría tal historia en su mente, y mucho menos tratar de convencer a otros de ello.

Por lo tanto, los Apóstoles no habrían tenido un buen motivo para predicar la resurrección de Jesús, ya que los judíos eran las personas con menos probabilidades en toda la historia de creer un relato en que un “hombre” fuese “divino” y haya resucitado de entre los muertos. A lo largo de todo el Antiguo Testamento, se enseña que Dios es Dios, solo Dios, y que no hay nadie como Él o aparte de Él. Esto fue inculcado en sus cabezas judías desde la infancia. Por lo tanto, crear una mentira de que un pobre carpintero era en realidad Dios mismo estaría condenada al fracaso total si no fuera cierto. Una mentira como esa es tan absurda como creer que Obama era una superheroína.

El filósofo Peter Kreeft apropiadamente agrega: “No podría haber un motivo posible para tal mentira. Las mentiras siempre se dicen por alguna ventaja egoísta. ¿Qué ventaja obtuvieron los [Apóstoles] de su mentira? Fueron odiados, despreciados, perseguidos, excomulgados, encarcelados, torturados, exiliados, crucificados, hervidos vivos, asados, decapitados, destripados y dados de comer a los leones. Difícilmente una lista de ventajas.” [1]

Entonces, en otras palabras, los Apóstoles no recibieron fama, fortuna, mujeres o cualquier otra ventaja que viene con inventar cuentos. Más bien, fueron torturados, perseguidos y asesinados… ¿todo por una mentira? Si esta historia fue solo un invento, alguien necesita demostrar un motivo creíble.

Los escritores del Evangelio y del Nuevo Testamento (a diferencia de los gnósticos, por ejemplo, que escribieron cientos de años después), fueron personas que conocieron a Jesús y sus seguidores. Algunos caminaron con él, lo tocaron, hablaron con él y aprendieron de él todos los días y todas las noches durante años (o conocían a las personas que lo hicieron). Esto también se autentica por su conocimiento de fechas, lugares específicos, personas famosas, Jerusalén del primer siglo y otra información que los que no son testigos tampoco podrían haber conocido. Esto es importante.

 

Todas estas fechas, personas, lugares y eventos que los autores del Nuevo Testamento detallaron fueron escritos dentro del tiempo de los testigos oculares. ¿Qué significa esto? Quiere decir que todo ello puede ser probado o refutado, verificado o demostrado que es falso. Si los Apóstoles simplemente inventaron esta historia, o si se agregaron capas míticas, entonces la gente necesita demostrar quién lo hizo, cómo, cuándo y por qué… y por qué nadie nunca señaló ningún error ni propuso poseer el verdadero relato histórico.

Toda la gente del primer siglo conocía las historias, las tradiciones y las transmitía fielmente. Algunas de estas historias y detalles, fueron verificados por historiadores judíos y romanos que no tenían ningún interés personal en Jesús o el cristianismo.

Por último, se necesita mucho tiempo para que el mito y la leyenda se desarrollen, y no hubo suficiente tiempo para que esto suceda. Por lo tanto, la evidencia de que los escritores de la Biblia tenían otros motivos o que ellos mismos fueron engañados no es creíble ni convincente en lo más mínimo. ¡Por lo tanto, los evangelios y las historias de Jesús son verdaderos y se puede confiar en ellos!

 

[1] Kreeft Peter, Manual de Apologética Católica.